Es inevitable mirar atrás y tratar de extraer el valor de lo vivido. A pesar del sonrojo que supone, conviene no olvidar cómo veíamos las cosas cuando jugábamos con más opinión que datos. La idea no es flagelarse, sino aplicar el cuento de que no hay fracasos, sino aprendizajes, esa frase tan bonita que queda muy bien colgada en la pared, pero que pocas veces nos tomamos en serio. Un ejercicio a veces doloroso pero siempre necesario. Sin enredos ni metafísicas abstractas. Con sinceridad, porque al final, lo esencial suele ser lo más sencillo.

Cinco lecciones aprendidas que pueden ser opinables. Algunas ya las venía barruntando y no es la primera vez que las expreso, pero creo que los hechos y las lecturas de otros a los que considero sabios apuntan en esa dirección. Tú que tienes la amabilidad de leerme tendrás las tuyas, y seguramente no serán excluyentes. En cualquier caso, no dejemos de compartirlas y de aprender.

1/Humildad

La vida sigue estando por encima de las creencias y del orgullo. Muchos no supimos entender las señales y nos hemos ido comiendo nuestras opiniones por el camino. Toca pisar la tierra y reconocer nuestra ignorancia como punto de partida hacia el aprendizaje. Para que no vuelvan a cometerse los mismos errores del pasado hay que aceptar los del presente, comprender nuestras limitaciones y adoptar una mentalidad de crecimiento que nos haga progresar. Errar es de humanos, sí, pero persistir en el error es de humanos estúpidos. Este año ha sido un ejercicio extraordinario de humildad para nuestra especie, dejando al descubierto una vulnerabilidad que no debería ser olvidada. Somos aprendices de todo y estamos a un volcán o aun virus de perderlo todo.

2/La ciencia es imprescindible, la política sólo es necesaria.

Seguiríamos jugando con palos y piedras para tratar el dolor de muelas de no ser por la ciencia. Sin embargo, sin ética ni control en la política, no hay recorrido posible para el desarrollo y la aplicación de una actividad científica honesta y sostenible. El conocimiento no puede verse decapitado por un sistema caduco, obsoleto e inoperante. Los políticos del planeta, salvo excepciones, no han estado a la altura; ha primado mantener el cargo antes de tomar medidas objetivas, equivocadas o no, a tiempo. Toca reformular qué sistema de gobierno o liderazgo necesitamos, qué se le debe exigir a un gobernante, qué margen de error es admisible, qué sistema de consejeros es el adecuado. Actualmente sólo hay discursos, colores, gritos e insultos, pero política, ninguna. La política 2.0 es un salto crítico que debe acabar con un sistema que sólo se sirve a sí mismo. Parece hasta tentador pensar cómo sería dejar en manos de una inteligencia artificial determinadas decisiones basadas en el conocimiento y no en los intereses particulares.

3/La globalización es inevitable

Puede haber estados y países sobre el papel o en nuestra imaginación, pero el mundo al final es uno y conectado. Sin esa perspectiva no puede idearse un futuro realista ni establecer el rumbo de esa verdadera política 2.0 que mire más allá de su terruño y entienda el momento actual del planeta. Las fronteras físicas tienen más de burocracia que de realidad, se disolvieron en lo líquido y perdieron su condición de inmutabilidad. El universo no entiende de nuestros mapas ni de nuestra narrativa histórica, por mucha épica y adorno que le pongamos. Deberíamos haber integrado que a la hora de afrontar los problemas importa lo cierto, no nuestra creencia. El futuro del trabajo deslocalizado y en red, forzado de mala manera en estos meses, es sólo el principio. Llevamos años comprando online sin advertir lo que se esconde por debajo de cada golpe de ratón. Y hemos asistido a un relato multimedia mundial en tiempo real sin precedentes. Formamos parte de lo mismo y, por muy manido e inocente que suene, estamos condenados a entendernos.

4/La educación es la base del futuro

Estamos contemplando lo mejor y lo peor que tenemos los humanos: la entrega sin condiciones de unos frente a estupidez y egoísmo de otros. Sin educación ni cultura no hay ni ciencia, ni política, ni futuro. Urge dar prioridad absoluta a un sistema educativo independiente de ideologías, blindado frente a cambios de leyes arbitrarios y que entienda la educación como el único pasaporte válido para llegar a mañana con garantías. En la era de internet, donde toda opinión es accesible, necesitamos más que nunca un sistema capaz de formar y desarrollar el espíritu crítico. El objetivo de la educación no puede ser el acúmulo de datos, sino desarrollar las competencias adecuadas para interpretarlos sobre un cuerpo de conocimiento razonado. El bombardeo mediático nos ha mostrado qué fácil es generar opinión y cómo de rápido se difunde la información basura y cuánto cuesta desmentir los bulos. La educación es el cimiento de las civilizaciones, no el juguete de la política. Sobre ella se construye o se destruye el futuro. Cuidémosla.

5/La falsa dicotomía entre ciencia y humanidades

Nunca como ahora entendemos en nuestro primer mundo el valor de la libertad y de las relaciones sociales. El desarrollo científico no puede prescindir de nuestra esencia colaborativa y grupal. La ciencia sin cultura se convierte en un ente aséptico que no tiene por qué resolver las necesidades humanas. Ambas deben ir de la mano y nutrirse mutuamente, perfectamente alineadas con la naturaleza humana. Hemos comprendido el valor de la confianza, de las palabras, de la empatía, de la presencia. Nos duele la soledad, el aislamiento, el silencio, el olvido. Es el momento de pensar en ese humanismo digital que algunos vemos como una oportunidad única para dar un salto evolutivo hacia un futuro de calidad, no de cantidad. Suenan voces de esperanza pero no calan. La fascinación de la tecnología y el secuestro de la atención son una auténtica droga moderna y sobre la que debemos actuar antes de que se borre de nuestra memoria lo que nos hace ser lo que somos. Hay que aprender a leer, a comprender, a pensar. Hay cuidar nuestra pasta emocional y poner en valor la artesanía, la creatividad, lo que no se puede robotizar.

En definitiva, no hay que olvidar que somos sólo humanos.

 

 

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